Roma encierra la historia de Occidente. Si hay una ciudad a la que debemos casi todo lo que hoy somos esa es, sin duda alguna, la capital de Italia. La escritora y periodista Mercedes Cebrián y el ilustrador Miguel Herranz la han recorrido y estudiado, la han vivido y disfrutado, y tras largas estancias en ella han escrito y dibujado una Tintablanca que sintetiza la historia, el patrimonio, el arte, la cultura, los personajes y el hechizo de una Ciudad Eterna que sigue sorprendiéndonos y extasiándonos por muchas veces que la recorramos.
La Tintablanca de Roma pasea los parques arqueológicos de la ciudad republicana e imperial y lo hace al lado de los personajes y las circunstancias que le dieron vida. Roma es una ciudad espiritual, trono de papas y destino de artistas de recuerdo imborrable. Sus museos son un alegato continuo a la belleza y en sus galerías están apresadas las páginas más vibrantes de la historia del arte de todos los tiempos. Los autores dedican palabras e imágenes a las academias, a los viajeros, a los mecenas que la promovieron y la patrocinaron, a los más populares personajes, a sus escritores, músicos y cineastas. Y junto a ellos, en la ciudad viva, en sus calles y plazas están las gentes que conforman la Roma popular, su día a día, su deliciosa cotidianeidad de la que nos sentimos próximos y reflejados. Hay un largo capítulo dedicado a su gastronomía y a los hitos arquitectónicos de la Roma moderna que contrastan con las viejas piedras que edificaron su imperecedero mito. Y muy cerca de nosotros, con solo cerrar los ojos, imaginamos a Audrey Hepburn introducido su mano en la Boccà della Verita.
Título | Roma |
Autores | Mercedes Cebrián (textos) y Miguel Herranz (ilustraciones) |
Número de páginas | 240, incluido un cuaderno de viaje de 46 páginas y un cuaderno de dibujo con un papel especial blanco de alto gramaja de 16 páginas. |
Medidas | 205 x 130 mm |
ISBN | 978-84-949894-5-2 |
Primera edición | Octubre de 2019 |
PVP | 28,90 € |
«No es posible cansarse de Roma: a pesar de sus atascos, de su deficiente transporte público, de su calor húmedo en verano y de las hordas de visitantes que por ella caminan a diario, deseamos eternamente volver a verla, soñamos con extasiarnos de nuevo ante los hitos de la historia del arte que nos salen al paso a cada instante al caminar por la antigua Caput mundi».
«Al visitarla, Roma nos empequeñece, pues a lo largo de ella se despliega toda la historia de Occidente, los juegos de poder político y religioso, las modas y los hallazgos artísticos de todas las épocas. Y de la historia saltamos a nuestras propias vidas: tantas toneladas de pasado nos ayudan a comprender nuestro presente o, al menos, a preguntarnos quiénes somos nosotros mientras paseamos ociosos entre esos vestigios remotos».
«Roma no cesa de generar imágenes: incluso en tiempos tan cibernéticos como estos, sus tiendas de recuerdos y sus quioscos rebosan de postales y carteles. En ellos, la capital de Italia aparece resumida a través de sus grandes hitos turísticos: algunas de sus fuentes más grandiosas, vistas aéreas de su famoso Coliseo y de la plaza de San Pedro o una callejuela de casas color ocre con ropa tendida en sus balcones. A través de sus imágenes de ficción, tan poderosas como las reales, aparece Audrey Hepburn introduciendo su inocente mano en la Boca della Verità o el actor Totó agarrando a puñados los espaguetis en la película Miseria y nobleza».