El Quijote es un libro y una ruta, un viaje y un camino, una lección y una bendita locura. Sus protagonistas están imbuidos de un heroísmo, un arrojo y un trastorno impropios de este mundo. Todo eso los agiganta. El territorio de este maravilloso desquiciamiento es La Mancha, una geografía labriega y horizontal, poética y silenciosa, moteada de plazas mayores, molinos de viento, ventas, lagunas y cuevas donde cualquier aventura, por novelesca que resulte, es posible. En La Mancha el Quijote no se acaba nunca.
El periodista y poeta Antonio Lucas y la ilustradora Ana Jarén han regresado al mayor libro de la lengua española, lo han releído y han vuelto a recorrer, como viajeros modernos y atentos a lo que hallan a su alrededor, los caminos que Miguel de Cervantes hizo andar al caballero de la Triste Figura y a Sancho Panza, su fiel escudero. El libro de Lucas y Jarén describe la comarca de La Mancha, la más extensa de España, con intenciones poéticas y descriptivas para acercarnos con mayor vivacidad y heterodoxia las visiones del caballero en su empeño por enfrentarse al mal. Los autores recorren Toledo, Sierra Morena, la cueva de Montesinos, la Sierra de Alcaraz, Puerto Lápice y hasta las postrimerías conquenses y alcarreñas.
Título | Los caminos del Quijote |
Autores | Antonio Lucas y Ana Jarén. |
Número de páginas | 240, incluido un cuaderno de viaje de 46 páginas y un cuaderno de dibujo con un papel especial blanco de alto gramaje de 16 páginas. |
Medidas | 205 x 130 mm |
ISBN | 978-84-122203-2-2 |
Primera edición | Junio de 2021 |
PVP | 28,90 € |
«Este es un viaje que solo se puede hacer de vuelta, pues toma sentido al regreso de otra aventura que tiene por mapa las páginas de un libro donde es posible extraviarse innumerables veces sin sensación de estar perdido. El Quijote es un largo deambular por fuera y por dentro de la realidad, por la vida entrando a saco en territorios intocados, transparentes, misteriosos, puros. Y después, sí. Después los caminos, los paisajes, los lugares. Son pocas las novelas que han convertido un entorno en una verdad que se mantiene como el primer día. O, al menos, como el primer día en que alguien lo contó. Cervantes instaló a su caballero andante en la Mancha y lo empujó a explorar la existencia mientras él exploraba el lenguaje para concretar un ansia supremo de libertad. El Quijote también es eso, sobre todas las cosas: una reflexión en contra de la ceguera y el egoísmo, en favor de la imaginación y el desajuste, advirtiendo que en contrapunto exagerado se aloja otra realidad: el disparate, la injusticia, el abuso, la inquisición. Y todo enclavijado a una tierra muy concreta con un afán universal, un espacio de pueblos chatos, ráfagas de dignidad y un envés de crueldad. También el exotismo de una belleza alargada sin necesidad de perfumes exóticos, más bien del lado de la autenticidad»