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Juan Vida, heterodoxia y pintura

Juan Vida, heterodoxia y pintura - Tintablanca
Dibujo del patio de Arrayanes de la Alhambra, expuesto en depósito en el Museo de Jaén.
Manuel Mateo Pérez | 2 feb 2023

“No ha sido solo una restitución material. Ha sido sobre todo una restitución moral”. Así lo cree Juan Vida, uno de los más reconocidos pintores españoles, cuando contempla la rehabilitación del gran mural de El Río, uno de sus trabajos más conocidos, retirado e el 7 de septiembre de 2020 del edificio Aliatar, en la granadina calle de Recogidas, y readaptado casi tres años después en el Complejo Triunfo, una de las sedes administrativas de la Universidad de Granada. El Río fue un mural que Juan Vida realizó en 1994 para el vestíbulo del edificio racionalista que durante años acogió una discoteca. Es una obra llena de talento, de sensibilidad, de inconformismo y heterodoxia que son los mimbres de los que está hecho el corazón de este artista. El mural tenía 110 metros cuadrados y cuando los nuevos dueños del Aliatar se hicieron con el edificio para ubicar en él una perfumería no tuvieron empacho en retirarlo. Encargaron a una supuesta restauradora que desmontara el mural y con un cútex fue seccionando, por la mitad de las dibujos enmarcados en soportes, la obra que durante meses se creyó perdida o, aún peor, destruida por completo. Al conocerse la noticia una parte de Granada se echó a la calle a pedir explicaciones. Tiempo después, el mural apareció arrumbado en un almacén hasta que la rectora de la Universidad de Granada Pilar Aranda y el vicerrector de Patrimonio Víctor Medina comunicaron a Juan Vida su intención de trasladarlo al Complejo Triunfo. La recuperación de la obra no fue fácil. El trabajo de los restauradores, dirigido por la profesora Teresa Espejo, no fue fácil. Las labores comenzaron el pasado verano en el campus de Aynadamar. Tras la limpieza del mural, las distintas partes cortadas para su desmontaje fueron unidas en un techo que curiosamente tenía las mismas dimensiones que su emplazamiento original. ¿Qué pintó Juan Vida? El mural El Río es una crónica biográfica del artista aquellos primeros años de la década de los noventa del pasado siglo. Está su padre, don José Vida, en compañía de dos amigos suyos. Aparece su madre en traje de baño y su esposa María José leyendo el diario Ideal, él mismo cuando tenía diez años y algún otro familiar disfrutando de un baño en las aguas del Genil. De fondo, aparece la azucarera de la Vega, Sierra Nevada y hasta los patos del río que nace en Sierra Nevada.

Juan Vida está disfrutando de un ajetreado principio de año. A la inauguración del mural en el Complejo Triunfo se une su regreso a las galerías de Madrid con una exposición que comparte con otros artistas andaluces como Paco Sanguino, Salomé del Campo, José María Córdoba o Chema Lumbreras. Juan Vida expone cuatro obras, dos recientes y otras dos realizadas hace tres años. La muestra está abierta en la galería Yusto Giner, en la madrileña calle Barquillo. Lleva por título Yendo/Viniendo y esos dos gerundios sirven, a juicio del comisario Sema D’Acosta para recuperar la memoria de pintores veteranos que despuntaron a finales del siglo pasado y que hoy siguen teniendo el ansia intacta a la hora de enfrentarse a la tela en blanco. D’Acosta lo expresa así: “Cuando un pintor llega a una determinada edad, pareciera que desaparece o se vuelve invisible para la oportunidad y el éxito. Aunque ellos sienten que todavía les queda camino, las coyunturas son esquivas, cuesta mucho más acaparar la atención”. Esto que apunta el comisario es cierto en algunos nombres que participan en la exposición, pero no en el caos de Juan Vida que ha agigantado en los últimas dos décadas su áurea de artista. El año pasado, sin ir más lejos, el palacio Condes de Gabia de Granada acogió la exposición titulada Vida entre amigos donde el artista reunió veintinueve grandes formatos, pintados desde 1968 hasta la actualidad, obras pertenecientes a mis amigos, a Joaquín Sabina, Serrat, Almudena Grandes, Miguel Ríos o Antonio Muñoz Molina, entre otros. “Un cuadro —recuerda Vida— ha de tener el aliento del recién nacido”. ¿Sigue teniendo frente a la pela vacía el mismo temor, la misma excitación, las mismas ganas de cuando era más joven? “Sí —responde el pintor—. No he dejado de trabajar en estos años y ese respeto, esa excitación no se pierden por mucho que la edad te de mecanismos de defensa, tablas, experiencia y trucos para resolver una obra que no acaba de encajar en tu cabeza”.

Aún resuena en la memoria de los amantes del arte y los coleccionistas historias como la de esa niña china que aparece de modo recurrente en lugares que siempre tienen algo en común. Es la sublimación de esa hija adoptada que tanta felicidad trajo a la vida de Vida y que está presente en cada brochazo que Juan aplica a sus telas entre 2000 y 2010, la década en que vio la luz su exitosa serie Un cuento chino.

Ahora Juan Vida trabaja en dos excitantes proyectos. De un lado, en una carpeta de láminas encargadas por el Patronato de la Alhambra y Generalife y de otro en las ilustraciones en torno a la vida y obra de Federico García Lorca, un libro que firma junto a Luis Antonio de Villena para la editorial Tintablanca. 

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