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La narrativa de una colección según Fernando López Lendínez

La narrativa de una colección según Fernando López Lendínez - Tintablanca
Una joven ante uno de los cuadros del artista José Ibáñez recogidos en la colección.
Manuel Mateo Pérez | 6 feb 2023

Picasso, Chillida y Palazuelo. Torner, Sicilia y Barceló. Mompó, Zóbel y Uslé. Pérez Villalta, Tapies y Guerrero. Gordillo, Rueda y Ugalde... Y así hasta más de setenta nombres que juntos o por separado han escrito las páginas más esclarecedoras de la pintura española de los últimos sesenta años. Reunir una colección de este nivel solo es posible desde la insistencia, la perseverancia, la valentía y el amor al arte. El jiennense Fernando López Lendínez lo consiguió de todos los modos posibles: por el apego a una obra concreta que se queda instalada en tu cabeza y que es imposible sacarla hasta que acaba colgada en la pared de tu salón, por la solidaridad hacia el artista que en esos momentos de su vida no atraviesa sus mejores momentos económicos, por el regalo de otros que en agradecimiento a tus atenciones no se les ocurre mejor modo de reconocerlo que haciéndote entrega de una parte de su espíritu creador o, sencillamente, por el azar, el feliz hallazgo, la coincidencia o el tropiezo frente a una pieza que sabes que acabarás amando más que a ti mismo. Todas estas opciones han sido válidas para López Lendínez que estos días expone su colección, una de las más coherentes narraciones artísticas reunidas en Andalucía en los últimos años, en el Museo de Jaén.

La muestra lleva por título Un puñado de imágenes. Pero ese título tan modesto no hace justicia, en realidad, con la belleza, el valor y la coherencia de las obras reunidas en la sala de exposiciones temporales del museo de referencia en esta provincia. “Es la historia de una persistencia, de una obstinación, de una vida consagrada al arte”, confiesa el coleccionista. Fernando López Lendínez abandonó Jaén para establecerse en Madrid donde inició su carrera como galerista en Theo, la gran sala liderada por Fernando Mignoni que le enseñó a comprender la pintura y escuchar al artista. “Aquellos años fascinantes, de aprendizaje y empeño, que derivarían al poco tiempo en la Movida, me dieron formación, felicidad y la oportunidad de conocer a los más importantes artistas españoles del momento”, confiesa el coleccionista. Fernando López Lendínez es un caballero tímido, modesto y prudente. Pero bajo su personalidad estoica se encierran cien novelas escritas con el trato frente a creadores y coleccionistas. En las galerías de Elvira González y Soledad Lorenzo emprendió empresas de gran calado internacional como Europalia, cuando en 1985 organizó en Bélgica hasta veintidós exposiciones de distinta temática y naturaleza. Tiempo después trabajó al frente de su propio negocio antes de acabar dirigiendo Distrito4, su última gran aventura galerística.

López Lendínez asegura que su colección es, en realidad, una “no colección” porque, como recuerda el crítico de arte Ángel González, autor entre otros grandes ensayos de Pintar sin tener ni idea, es complejo llamar así a una reunión de obras que, por grande y numerosa que sea, no alcanza a tener un índice final exhaustivo y por tanto cerrado.

Para poner orden entre tanto nombre y aliento, la exposición ha estado comisariada por José Ibáñez, que además es artista, y una de sus más recientes obras está expuesta en la primera sala de la muestra. “La exposición—recuerda Ibáñez— comienza con un delicado grabado de Picasso antes de internarnos en el mundo de las vanguardias, de la abstracción geométrica y el informalismo, de la reacción figurativa y de la poética de algunas fotografías como las realizadas por Ballester”. En el catálogo, el crítico Óscar Alonso Molina dice: “En nuestro presente llamamos colección de arte casi a cualquier conjunto vasto de obras artísticas cuando, ya puestos, nos valdría considerarlo como tal desde su mismo arranque”. E insiste: “Ese sería el apasionante momento que debería estudiarse cualquier colección con mayor interés y cuidado: el seminal”. En el caso de López Lendínez ese inicio corresponde al momento del hechizo y el descubrimiento del artista y su mundo, en un tiempo en que ellos mismos se descubrían a sí mismos. Lo que en la carrera del coleccionista vino después fue la militancia por el trabajo bien hecho, el compromiso inquebrantable por la belleza y la reunión de estos tesoros suyos hoy, por fortuna, abiertos a los ojos del visitante.

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