En Jerez, el océano es una intuición. Pero las olas del Atlántico están presentes en el escudo de la ciudad y en la cubierta de la Tintablanca escrita por la escritora, periodista e historiadora del arte María José Solano y por el artista Miki Leal. Las olas están tan presentes que, por sugerencia del pintor, las hemos llevado a las guardas del libro, rompiendo de ese modo una tradición no escrita en la editorial por la cual solo utilizábamos colores planos y nuestro clásico cuadrado rojo antes de enfrentarnos a la delicia del texto y el dibujo.
Jerez, el nuevo título de Tintablanca, es mucho más que un paseo por la ciudad patrimonial y literaria, la renovada caminata frente a los mitos de la gran urbe gaditana, el apasionamiento por el flamenco, los caballos de pura raza española o el vino más delicioso del mundo. Jerez, en palabras de sus autores, es sobre todo una carta de amor, una declaración de gratitud y admiración a la ciudad que resume mejor que ninguna otra la tautología del sur de España, el ensayo literario y artístico frente a la realidad urbana donde se diría reside la inspiración y sus musas, la mitología y sus narradores.
María José Solano ha escrito una Tintablanca desde la contemplación, el estudio y la obstinación por compilar y conocer los grandes nombres que engrandecieron la ciudad. Es historiadora del arte y esa mirada se percibe en la exquisita sensibilidad que muestra en sus paseos, en los adjetivos y las reflexiones ante los monumentos y los pregones literarios dedicados a la ciudad más grande y habitada de Cádiz. Es periodista y su curiosidad la delata frente a la extensa nómina de hombres y mujeres fascinantes que pasean por su libro. Es escritora y esa ingobernable vocación ha hecho que su Tintablanca sea un texto delicioso, pulido y sereno, con esa narrativa personal, subjetiva e intransferible que singulariza todos nuestros libros.
Miki Leal, uno de los pintores españoles más reconocidos hoy día, ha puesto en pie un proyecto artístico de extraordinario valor. Sus ilustraciones sustancian Jerez, sintetizan la esencia más escondida de la ciudad, resumen de modo perfecto lo que vemos y sentimos cuando paseamos por ella, reconocemos los monumentos, hacemos nuestros los símbolos, bebemos a su lado cuando dibuja una bodega, charlamos con el viajero ilustre que ha retratado y participamos, en fin, de la idea general que Jerez transmite al mundo. Ese modo originalísimo que Miki Leal tiene de enfrentarnos al arte encuentra en la Tintablanca de Jerez un resumen perfeccionado de su imaginario interior, lleno de color, serenidad, sonrisas y modernidad.
Ciudad adentro
Toda Tintablanca está ordenada en diez capítulos. Jerez también. María José Solano y Miki Leal dedican los tres primeros capítulos a entrar en la ciudad, andarla sin rumbo, recorrerla sin descanso, penetrar en sus grandes monumentos y tratar de apresar el mundo interior que encierran sus barrios. Luego el libro se hace más meditativo y espiritual cuando los autores buscan las singularidades de la ciudad. Ambos participan de sus tentaciones dionisiacas y no hay vino que dejen de paladear ni bodega en la que dejen de entrar.
La manifiesta vocación literaria de la autora se expande en los capítulos dedicados a los grandes viajeros que visitaron Jerez y a los escritores que la pregonaron sin descanso. Hay un texto magnífico dedicado a la larga sombra de Shakespeare cuando el bardo hace abjurar a sus hijos de cualquier bebida que no sea el sherry. Solano, por cierto, no olvida la bota de amontillado de Poe ni el apego de Orson Welles por este manjar en sus películas más célebres.
Tanta es la vocación de los autores por el vino que la Tintablanca de Jerez termina en las bodegas donde ambos piden asilo político frente a un palo cortado. Cuentan que en Cayetano del Pino, una de las marcas gourmet más reconocidas de aquel marco, los dos acabaron por comprender el significado de Jerez frente a la nobleza de sus vinos. Hasta un perro bodeguero anduvo cerca de ellos en aquel epílogo al libro.
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La Tintablanca de Jerez será presentada este próximo mes de septiembre en Madrid y Jerez.